Canciones sin palabras

Hace unos años al nacer el hijo de unos amigos le escribí una pequeña pieza. Era, como parece obvio siendo una pieza para un bebé, una pieza melódica, con una forma sencilla y clara, en la que busqué más la belleza y la sencillez de la melodía y la armonía que ningún tipo de giro complejo o virtuoso. A partir de ahí tomé la costumbre de escribir pequeñas piezas, cuando nacieron otros hijos de otros amigos, cuando algún amigo o amiga cumplía años, o en esas situaciones en que quieres ofrecer algo y no sabes qué. Aunque estas piezas en principio no estaban pensadas para ser tocadas a trío (en realidad no pensaba que fuesen a ser tocadas más alla del día señalado) me fui dando cuenta de que haciendo una mínima adaptación de estilo las podía tocar con mi trío y funcionaban muy bien. No solo funcionaban, sino que resultaba muy agradable tocar esas melodías sencillas y amorosas e improvisar sobre ellas. El paso de llevarlas de ahí a un estudio de grabación fue breve. En cuanto tuve ocasión me reuní con un par de amigos y las grabamos.

Son, motivadas por su origen, unas piezas que se escuchan y se tocan con facilidad. Después de tocarlas durante un tiempo, son para mí, como esas viejas canciones que siempre has escuchado y sobre las que te pones a improvisar de manera casi automática. Son, podría decirse, como standards para mí mismo.

M.A.R.